jueves, 20 de marzo de 2008

Observaciones etno-literarias


“Hay que endurecerse sin perder la ternura”
*Che Guevara.

Todos sabemos que hoy en día se valora y sobre-valora la actitud competitiva, de jugar a ganador y con dureza, esto es, no dejarse afectar por ciertas situaciones que puedan alterar nuestro control en el desarrollo de un proyecto específico, una meta personal. Tanto en la vida laboral, de estudios, como también se traspasa esta actitud a la vida cotidiana, el mundo relacional de cada quien.
Todos lo sabemos y lo hemos normalizado, es así y para qué cuestionarlo ¿cierto?, así piensa el sentido común y así se nos enseña a pensar.
(Solo que habemos algunos que nos gusta gastar el tiempo pensando e imaginando posibilidades alternas).

Este modelo cultural de persona es el resultado de dinámicas históricas y sociopolíticas. Pero no entraré aquí en análisis socio-históricos, más bien presentaré una breve reflexión sobre este perfil de persona o carácter cultural generalizado con fines de compartirla con ustedes, ya que tiene relación con nuestras propias experiencias.
Quisiera aclarar aquí que no es mi idea denostar esta valoración, criterio o comportamiento sociocultural definidor de carácter, el del ser exitoso. Ya que si observamos la historia de la humanidad, la fortaleza, rudeza, competitividad han hecho a la humanidad posible.
Pero quiero poner un tema en discusión o más bien plantear una sutil distinción de que pueden ser confundidas en esta conducta aprendida y que tienen por sustrato un sentir diferente. Estas son dos acciones: el sobreponerse y el endurecerse. Ambas son reacciones a un estimulo. La primera nos sugiere una reacción a una sensibilidad, esto es, una acción sobre la reacción. En la segunda se ejercita la acción, ya que la reacción al estímulo es prácticamente anulada. En esta última el endurecerse implica insensibilidad o indiferencia a la sensibilidad.

El primero indica un sujeto sensible que se sobrepone, que tiene la capacidad de sentir y actuar en consecuencia, el segundo es un sujeto indiferente. Endurecido y formado para satisfacerse a sí mismo.
Creemos que es bueno ser sensible y sobreponerse al sufrimiento antes que no sentir nada, aprender esa coraza y valorar solo el orgullo y las ambiciones de tipo individual.

Esta reflexión podemos relacionarla con la formación de los niños, es cierto que el sistema necesita personas competitivas, ambiciosas, ganadoras con proyectos personales fuertes. Para ello es necesario que los niños acrecienten y fortalezcan su ego personal.
Pero también podemos formar niños “exitosos” y sabios, que se sobreponen a los sentimientos de dolor, angustia o miedo. Sentir implica empatía, solidaridad.
Bueno, en un próximo texto seguiré desarrollando esta idea.

Episodio en el bus inter-rural.


La señora que viajaba en el bus a mi lado, pidió al auxiliar una bolsa plástica, su rostro denotaba las nauseas del mareo. En ese momento, junto con ella, esperé que el auxiliar llegara con su urgente petición, sin cruzar una palabra con ella. El auxiliar tardaba, entonces, saqué de mi bolso una pastilla dulce y la di a la señora, le indiqué que con ella estabilizaría su estomago por el asunto de la glucosa.
Ella me miro con signo de amabilidad, mas yo no fui capaz de retribuirle con un dialogo, solo miré mas allá de la ventana y comencé a escribir en mi libreta…
Sobre el origen del impulso, qué fue lo que me motivó a darle una pastilla ¿fue solidaridad, lo hice realmente por ella? ¿O acaso mi organismo a las 8:30 a.m reaccionó con espanto ante la posibilidad de presenciar semejante espectáculo que compromete la vista y otros sentidos aun mas expuestos?

Pienso que en el mismo momento en el cual me hice participe de su petición y esperé a su lado a que llegara el auxiliar, una dialéctica multidimensional se desencadenó dentro de mi
Por un lado la empatía que es posible y real si la situación en la cual se vio envuelta y sobrepasada la señora la he experimentado también. Es decir, puede sentir en ese momento su malestar y su urgencia. Pero el sentir no necesariamente compromete comportamiento y el acto no siempre es fruto de un sentimiento de empatía espontáneo y directo. Entonces, la acción de pasarle la pastilla pudo ser fruto de mi egoísmo como de un sentimiento de solidaridad.
¿Quién conoce los límites de la propia ética?

2 comentarios:

Bárbara Igor Ovalle dijo...

Gabriela!
que alegría saber de ti otra vez! creí haberte perdido de vista.
Ojalá podamos mantener nuevamente comunicación, tengo muchas cosas que contarte y no quiero tener que viajar tantos kilómetros para reencontrarte en el lugar menos esperado! aunque fue marvilloso!
bárbara igor

LUIS MARÍN dijo...

Muy buen posteo. Son ideas que -se dice desde hace décadas- empiezan a modificar el paradigma impositivo y excluyente del capitalismo consistente en pisotear.

De todas formas, me acordé de un par de versos de Gerardo Quezada (los únicos que rescato):


LOS AUTOPROCLAMADOS MALOS, ANHELAN EL CIELO DE LA TERNURA / LOS AUTOPROCLAMADOS BUENOS, YA NO PUEDEN SOPORTAR EL FUEGO DE SU INFIERNO.

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