sábado, 11 de agosto de 2018

Integración versus espacios de resistencia juvenil

En estos nuevos aprendizajes, al asumir la dirección de un programa de tratamiento del consumo de drogas para adolescentes infractores de ley, varias son las dudas que me asaltan, que brotan de nuevos lenguajes disciplinarios e institucionales. El marco más amplio es el de un programa de sanción que tiene como propósito modelar los comportamientos de jóvenes, que se encuentran cumpliendo una sanción y brindarles apoyo  mostrando caminos y formas  hacia la integración social,  y la reducción del consumo problemático y dependencia a sus adicciones.
El concepto de integración social presupone un contexto pre-existente al cual se debe  integrar, es decir, transitar de una posición social de no integrado o excluído a ser un sujeto integrado, incluido que adopta valores, normas, costumbres y expectativas deseables y funcionales al contexto del cual no formaba parte, o al menos no de la  manera adecuada.
Sin embargo se está considerando que en ese estar excluído al sistema social más amplio sujeto a un orden jurídico, también existen subculturas con micro ordenamientos, dinámicas interaccionales, que si bien no se encuentras explicitadas en códigos o protocolos formales, están regidas por ciertos valores,  roles y funciones. ¿Se considera que estos jóvenes tuvieron que ganar un lugar dentro de ese contexto de exclusión?

¿Y qué hay de ellos, sus mundos de la vida y las construcciones previas?, sus trayectorias de vida en muchos casos dolorosas y  del daño adquirido, experiencias traumáticas, marginalidad, violencias, que finalmente decantan en comportamientos trasgresores y oposicionistas, en la comisión de  delitos que de acuerdo a la evidencia están muy vinculados al consumo de drogas, principalmente alcohol,  marihuana, cocaína y  benzodiazepinas.
 Las manifestaciones de este daño tienen varios rostros:  el desarrollo de habilidades y estrategias de sobrevivencia, adaptativas y trasgresoras, la búsqueda y exploración de la alteración de los estados de conciencia,  a través de consumos anestesiantes, la desconexión emocional, y  junto con ello comportamientos gananciales, narcisistas, egocentrados y antisociales, la validación entre pares de algunos de estos comportamientos, puestos en contextos subculturales juveniles.
Revisando algunas fichas que contienen las historias de vida,  es recurrente la vinculación con instituciones desde muy temprana infancia, vidas con prótesis, una ortopedia institucional construida en un primer momento para suplir y contrarrestar las ausencias y  negligencias de los sistemas ecológicos que envuelven a la infancia, y  posteriormente en la adolescencia y juventud,  para frenar la criminalidad y contener el desborde de esas vidas que van quedando fuera del mundo legal y dentro de subórdenes con un sustrato normativo infractor de ley.

Entonces, ¿Qué mostrarles?, ¿formas de adquirir la otra conciencia?, o el descubrimiento de ellos mismos, o lo amigable, el lado bueno de la sociedad. Los profesionales, equipo interventor ¿deben iluminar esos espacios, deben  construir un micro-espacio social adecuado al potencial de integración de los jóvenes?.





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