viernes, 18 de agosto de 2017

Sobre la maleabilidad humana II

La elaboración meta-racional de la cultura, que bajo los designios del positivismo iluminista se separó de la bios y ahora, en los albores de la profundización del paradigma complejo retorna investida de cognición, de mente in-corporada (en-carnada) y de experiencia sensible como condición para el intelecto y el conocimiento, ha sido clave en el ejercicio heurístico de comprendernos como especie en su complejidad bio-física y meta-física; el ser humano y la persona.
En el desafío humano de entender las dinámicas del mundo de fenómenos que nos envuelven y nos constituyen como personas-en-sociedad, la comprensión ha tomado caminos variados, vaivenes propios de cambios paradigmáticos muchas veces orientados por intereses y dinámicas propias del poder político y económico en distintas épocas históricas. El concepto de raza es un claro ejemplo de ello. El evolucionismo de fines del siglo XIX generó evidencia para fundamentar la supremacía blanca por sobre los otros grupos humanos (S/XVIII: Lineo, Blunembach; S/XIX: Morton, Nott y Giddon entre otros hombres de ciencia). Este sesgo, usado para justificar la colonización violenta de territorios transcontinentales, la esclavitud, la emergencia y consolidación de las élites sociales del primer mundo, influenció también la generación de conocimiento en las ciencias naturales y sociales modelando el conocimiento social y de sentido común teniendo graves consecuencias en las formas de convivencia social y los mundos de la vida de miles de personas, hasta mediados del siglo XX. 
La creencia en una unidad psicobiológica-cultural dominó gran parte de este periodo, dando pie a políticas eugenésicas amparadas en leyes que prohibían la mezcla entre razas, segregaban la convivencia entre blancos y afrodescendientes, promovieron esterilizaciones masivas, entre otras.

En este contexto es preocupante la fragilidad de la memoria y/o la construcción social del olvido. Un argumento de la socio-biología es que el etnocentrismo, la xenofobia y el racismo son rasgos biológicos y connaturales al ser humano, es decir, que la discriminación presente en los distintos grupos humanos, tendría una base instintiva grabada en su naturaleza. 

Desde la antropología este planteamiento tiene un contrapunto en los supuestos de que toda cultura es absoluta para sí misma y el sentido común es etnocéntrico por naturaleza; en otras palabras, toda cultura tiende a universalizar sus propios presupuestos e interpretaciones de la realidad, pero de la misma forma en que los grupos de individuos naturalizan aquello colectivamente creado, todo grupo  puede desarrollar el ejercicio reflexivo de de-construir estas naturalizaciones. El concepto de cultura como construcción  sociocultural nos brinda los argumentos y la evidencia que constata la diversidad de preferencias e inclinaciones naturalizadas como el gusto por ciertos alimentos, vestimentas y alianzas reproductivas y esa capacidad y cualidad propia de nuestra humanidad de formarnos como personas y como seres humanos en las trayectorias de aprendizaje a partir de la interacción en distintos contextos sociales.





Esta discusión y debate nos desafía a profundizar sobre la condición maleable de nuestra especie. La separación analítica de biología, psiquis y cultura, como legado de la era de la simplificación. Señalar que estas distinciones sólo son asequibles en la comprensión de estos fenómenos y su interrelación, es decir, en la conciencia de la complejidad de la configuración de la persona en comunidad linguística-social, a partir de la evidencia que se ha generado históricamente. A su vez, el ejercicio de superación de los etnocentrismos sólo es posible si somos capaces de hacer conscientes los procesos de endoculturación(socialización) por medio de los cuales son internalizados los sistemas simbólicos que, como mecanismos de adaptación, se presentan naturalizados y/o normalizados a nuestras experiencias.

La dicotomía naturaleza y cultura, cuerpo y razón, propia del reduccionismo fisicalista permitió comprender estas dinámicas imbricadas en la realidad fenoménica, que el conocimiento sesgado del racismo confunde y trasciende hasta nuestros tiempos en la discusión de la factibilidad del uso del concepto de raza.

En ello reside la preocupación por la maleabilidad de naturaleza humana: La comprensión de su propia construcción -del llegar a ser persona- reside en la comprensión de la construcción de un proceso en el cual se elabora la cultura, en un acervo de conocimiento profundo y  finalmente solamente anclado en sí mismo, sin marcadores genéticos, sin rasgos heredados. Modelado por una intención que tal vez es convicción; la convivencia humana, ¿es esta una intención que explora la supervivencia de la especie?, ¿supervivencia de lo humano-persona?. Tal vez la cultura y el ejercicio intelectual y emocional que nos permite comprenderla es una estrategia arraigada en nuestra naturaleza, un marcador cultural necesario para el continuo evolutivo en otra era; una era en que la construcción de una ética planetaria, por sobre el uso de la razón instrumental, sea el eje de los proyectos de desarrollo.

G.Garcés, agosto 2017

domingo, 13 de agosto de 2017

Silencio Agorero

Silencio agorero.

 Era una mañana soleada de invierno en la ciudad de los tres pisos humeante a leña de monte y vapor de veredas escarchadas. La luz dibujaba caricias de distinta intensidad en los techos de casas, almacenes y molinos,  el musgo reverdecido aparecía entre las grietas de  los techos y muros, y más allá en los cerros una bandada de jotes sobrevolaba los fragmentos de un bosque muerto. La ciudad adormecía y el bus bajó serpenteando las avenidas de Pedro de Valdivia y Ercilla,  al llegar a  calle Almagro un perro acostado en medio de la calzada, inmóvil y desafiante esquivó apenas al bus.  Abajo  arrodillado,  el  río Imperial transmutando en espejos recita en silencio historias sumergidas de lo muerto y lo viviente,  y abrazando  a la  ciudadela de los vestidos rotos,  le susurra  que espere a los kultrunes, a los pies descalzos  y a los lingues.


Gabriela Garcés, 2016, Carahue.

sábado, 12 de agosto de 2017

Valoración de la identidad cultural, promoción de la salud mental y espiritual.


Fueron muchos casos en que las abuelas, abuelos, madres y padres ocultaron la identidad cultural y  lengua mapuche a sus nietos, hijos e hijas como “un gesto de amor” así lo describe Jessica Huenteman quien narró su experiencia como niña y mujer mapuche en el Seminario Araucanía Cultural organizado en la UCTemuco. Asi también nos lo contó el lonko Miguel Treumún en una conversación sostenida recientemente en Carahue. Este ocultamiento  se extendió durante decenios: para  que pudieran  defenderse en los litigios de tierras, para que en la escuela no los maltrataran, para que en el pueblo no fueran tan discriminados, para que en el comercio no fueran engañados, etc.  Con el transcurso del tiempo ese gesto de amor y de protección hacia las nuevas generaciones, significó  una pérdida creciente  de la lengua y  de la cosmovisión mapuche: los valores, normas y regulaciones  que orientaban la vida de las comunidades y la formación integral de la persona; el  Az che que se compone por la sabiduría (kim che), Rectitud (Nor che), cordialidad (Küme che) y la fortaleza (Newen che), formación sustentada en el respeto y conexión con los otros seres vivos y  elementos de la naturaleza. Un aprendizaje que era traspasado de generación en generación.
Esta acción  de ocultar para proteger significó el tener que negar una identidad y una cosmovisión  y reemplazarla por el sistema  de valores,  creencias, y regulaciones sociales de la cultura chilena-occidental,  la  que  históricamente se construye en el distanciamiento y diferenciación de los pueblos originarios, teniendo como referente y aspiración  asimilarse a lo europeo-occidental, esto es,  blanqueando y negando el origen mapuche e incluso el mestizaje. Sin embargo,  en la Araucanía a diferencia de las regiones del centro del país  donde el modelo de  industrialización de a mediados del siglo XX consolidó grandes centros urbanos que atrajeron a  grandes masas de población campesina chilena y mapuche. En la Araucanía, persistieron formas tradicionales de economía agraria; traspasándose de forma intergeneracional el apego a la tierra,  las faenas  según los ciclos de la naturaleza, la vida comunitaria, etc. A su vez,   también  se traspasaron  a través de la sangre, los pómulos altos y los ojos achinados,  como canta Quelentaro,  y  una morenidad  que la chilenidad no ha aceptado y que ridículamente parece incomodarle.
Llevando esta reflexión al tema de la prevención planteo que todo ello se relaciona con el trauma histórico e intergeneracional que en palabras de Mitchell, autora Canadiense,  los pueblos originarios en general  y el pueblo mapuche en particular ha sufrido.  Trauma que radica en el despojo, desvalorización y pérdida de una cosmovisión milenaria, de un territorio y de una identidad personal y colectiva. Este trauma social ha impactado e impacta en las personas y  puede manifestarse como auto estigma, aislamiento, depresión, alcoholización y marginación. Y a nivel social con la desintegración  y pérdida de los lazos de apoyo comunitario.  En este sentido se plantea que  la sanación de ese trauma, en uno de sus aspectos paradójicamente resignificado  como un gesto de amor y protección, pasa por el re-conocimiento y  revalorización de los orígenes y de la cultura. En palabras de Elicura  conocer y aceptar nuestro  espejo físico y espiritual, aprender a amar y conocer lo que nos ha tocado vivir en la Araucanía.  Esta vez el gesto de amor, que otrora significó el ocultamiento y pérdida cultural, puede ser devuelto desde la sociedad nacional, con la aceptación  y reconocimiento oficial a un pueblo, una cultura y una sabiduría que en palabras de Elicura Chihuailaf está contenida en el libro fundamental de los pueblos nativos en general y del pueblo mapuche en particular: la naturaleza. 

Gabriela Garcés

2016



 Escapismo ilógico I Desperté abrumada,  no había alcanzado a resolver el dilema durante el sueño y aún tendría que esperar por una señal má...