Fueron muchos
casos en que las abuelas, abuelos, madres y padres ocultaron la identidad
cultural y lengua mapuche a sus nietos, hijos
e hijas como “un gesto de amor” así lo describe Jessica Huenteman quien narró
su experiencia como niña y mujer mapuche en el Seminario Araucanía Cultural organizado
en la UCTemuco. Asi también nos lo contó el lonko Miguel Treumún en una
conversación sostenida recientemente en Carahue. Este ocultamiento se extendió durante decenios: para que pudieran defenderse en los litigios de tierras, para
que en la escuela no los maltrataran, para que en el pueblo no fueran tan
discriminados, para que en el comercio no fueran engañados, etc. Con el transcurso del tiempo ese gesto de amor
y de protección hacia las nuevas generaciones, significó una pérdida creciente de la lengua y de la cosmovisión mapuche: los valores, normas
y regulaciones que orientaban la vida de
las comunidades y la formación integral de la persona; el Az che que se compone por la sabiduría (kim
che), Rectitud (Nor che), cordialidad (Küme che) y la fortaleza (Newen che), formación
sustentada en el respeto y conexión con los otros seres vivos y elementos de la naturaleza. Un aprendizaje que
era traspasado de generación en generación.
Esta
acción de ocultar para proteger
significó el tener que negar una identidad y una cosmovisión y reemplazarla por el sistema de valores, creencias, y regulaciones sociales de la
cultura chilena-occidental, la que históricamente se construye en el
distanciamiento y diferenciación de los pueblos originarios, teniendo como
referente y aspiración asimilarse a lo europeo-occidental,
esto es, blanqueando y negando el origen
mapuche e incluso el mestizaje. Sin embargo, en la Araucanía a diferencia de las regiones
del centro del país donde el modelo
de industrialización de a mediados del siglo
XX consolidó grandes centros urbanos que atrajeron a grandes masas de población campesina chilena y
mapuche. En la Araucanía, persistieron formas tradicionales de economía
agraria; traspasándose de forma intergeneracional el apego a la tierra, las faenas según los ciclos de la naturaleza, la vida
comunitaria, etc. A su vez, también
se traspasaron a través de la
sangre, los pómulos altos y los ojos achinados,
como canta Quelentaro, y una morenidad
que la chilenidad no ha aceptado y que ridículamente parece incomodarle.
Llevando esta
reflexión al tema de la prevención planteo que todo ello se relaciona con el
trauma histórico e intergeneracional que en palabras de Mitchell, autora
Canadiense, los pueblos originarios en
general y el pueblo mapuche en
particular ha sufrido. Trauma que radica
en el despojo, desvalorización y pérdida de una cosmovisión milenaria, de un
territorio y de una identidad personal y colectiva. Este trauma social ha
impactado e impacta en las personas y puede
manifestarse como auto estigma, aislamiento, depresión, alcoholización y
marginación. Y a nivel social con la desintegración y pérdida de los lazos de apoyo
comunitario. En este sentido se plantea
que la sanación de ese trauma, en uno de
sus aspectos paradójicamente resignificado
como un gesto de amor y protección, pasa por el re-conocimiento y revalorización de los orígenes y de la cultura.
En palabras de Elicura conocer y aceptar
nuestro espejo físico y espiritual, aprender
a amar y conocer lo que nos ha tocado vivir en la Araucanía. Esta vez el gesto de amor, que otrora
significó el ocultamiento y pérdida cultural, puede ser devuelto desde la
sociedad nacional, con la aceptación y
reconocimiento oficial a un pueblo, una cultura y una sabiduría que en palabras
de Elicura Chihuailaf está contenida en el libro fundamental de los pueblos
nativos en general y del pueblo mapuche en particular: la naturaleza.
Gabriela
Garcés
2016
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